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Foto del escritorRAPHAEL COSTA

Lo que el Jazz me ha enseñado sobre gestión

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Confieso que aún soy nuevo en el mundo del Jazz, pero una cosa me ha llamado la atención en cada nuevo disco que escucho: ¿cómo es posible que cada artista de la banda sepa exactamente qué nota improvisar, y en medio de ese caos de notas, encuentre una cohesión armónica creando verdaderas obras de arte? Mi ejemplo más reciente de reflexión es un álbum de Milles Davis: Kind of Blue, donde los miembros de la banda son: John Coltrane, Bill Evans y Paul Chambers. Básicamente, el salón de la fama del Jazz "en pocas palabras", todos maestros de la innovación.


Puede que Davis no sea el ejemplo de líder que buscamos hoy en día, dada una serie de episodios infames en su vida personal, pero podemos aprender mucho de la forma en que dirigía su banda. Davis era conocido por buscar siempre nuevos miembros, dar las partituras con poca antelación o, simplemente, no ofrecer ninguna partitura. Esas actitudes eran sencillas, pero estaban arraigadas en principios de diversidad, creatividad, confianza, respeto y, sobre todo: caos.


A menudo creamos procesos, pipelines, programas de carrera para favorecer la calidad de las notas que tocan nuestros equipos, pero olvidamos que esos mismos elementos pueden ser podadores de su creatividad y también de su propia motivación, por lo que los directivos siguen orquestando una sinfonía desafinada, tratando de eliminar el caos cuando en realidad lo que habría que hacer es exactamente lo contrario: abrazarlo.


Caos no significa apagar fuegos, no significa exigencias extrapolando las tareas cotidianas, ni significa un entorno hostil. El caos puede y debe verse como una complejidad que hay que explorar. Davis lo sabía y lo aprovechó mientras tocaba con sus bandas. John Coltrane y Bill Evans son de una complejidad, un talento y una creatividad extremos. Si Miles Davis les hubiera dado las notas que debían tocar, habría reducido toda la complejidad a un ritmo simple y pobre, basándose únicamente en la riqueza de sus propias melodías.


Pero eso no significa que haya que dejar de lado los procesos, sino todo lo contrario. Las bandas de Jazz y Blues improvisan sobre dos cosas: una escala y un tempo. El tempo es el ritmo, la postura del equipo que hace que el grupo actúe, es la razón por la que los músicos tocan, es su pasión sintetizada en notas. Ejemplos de brújula son: los hábitos organizativos o los rituales Scrum, como el Daily Scrum/Stand up que se han ido adoptando cada vez más en la gestión organizativa. La escala es la metodología, el "cómo" haremos nuestras actividades. Dejando entonces un espacio abierto para que el equipo decida "qué" se hará. Es el famoso "Por qué, Cómo, Qué" aplicado a la postura directiva, sutil pero a la vez sublime y eficaz.


Quizá la mayor lección que podemos extraer del Blues y el Jazz es precisamente el hecho de que, más que tener, necesitamos ser capaces de sentir y realizar nuestro propósito. Y para eso necesitamos ritmo, rituales que nos indiquen qué nota debemos tocar y cómo improvisar ante la complejidad que nos exponen las vicisitudes de un trabajo cotidiano. Ahora disfruta del resto de la canción ;)

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