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Foto del escritorRAPHAEL COSTA

Profesionales certificados y prácticos



El de la foto soy yo cuando recibí el certificado que más valoro hasta hoy, uno que me abrió muchas puertas, y más que un certificado: es un título. Cada vez que hablamos de la profesión de gestión de proyectos sale el tema de las certificaciones, casi como si fuera una obligación para el profesional que se dedica a esto. Quizá lo que voy a decir pueda incluso repercutir en mis ingresos por formación, pero ¿son realmente las certificaciones el primer paso en este camino?


He sido autodidacta desde que comencé mis estudios universitarios, prefiero un buen libro a una clase, la pirámide de William Glasser para el aprendizaje pasivo está casi invertida para mí. En la universidad me traía los libros de texto, me sentaba al fondo de la sala y leía. Salvo raras excepciones, los profesores estaban allí para que les hiciera preguntas. Nada positivo ni negativo, simplemente es como funciona para mí. De hecho, hasta envidio a los que aprenden sólo observando.


Siempre he entendido ser autodidacta no sólo como aprender una teoría, sino aprender una práctica. Me gusta leer y aplicar. Mi época universitaria fue un buen ejemplo de ello: cuando aprendí sobre el momento de inercia diseñé una mesa de palés para mi cocina (el problema es que no aprendí carpintería junto con la física, y los tornillos hacían que se tambaleara). De todos modos, aunque era fea, mostraba la aplicación práctica de lo que estaba aprendiendo.

Así, no me importaban las clases, las notas, los exámenes, sólo servían para validar esos conocimientos adquiridos. Creo que lo mismo ocurre con las certificaciones.


Tengo algunas certificaciones, pero sólo me siento cómodo a la hora de solicitar una certificación después de mucha práctica y pruebas, para llegar a un nivel en el que me sienta cómodo para presentarme a esa certificación. Conozco el PMBOK desde la cuarta edición, pero sólo me presenté al examen de la séptima (que trataba de agile). Lo mismo ocurre con Scrum, Kanban y muchos otros.


El problema es que hoy en día es una exigencia del mercado, que se fija demasiado en qué certificaciones ha sacado la persona y muy poco en la experiencia que ha tenido con las prácticas. El resultado es un conductor que aprueba el circuito de autoescuela, pero no sabe conducir en la calle, como ejemplificó Ricardo Vargas en este podcast.

Las certificaciones te ayudan en un nuevo puesto, pero es la práctica la que te mantiene ahí. Y para quienes están en transición, buscando ganar experiencia mientras se capacitan para cambiar de área o postularse a nuevas oportunidades, una gran recomendación son los trabajos voluntarios.


Esto se debe a que permiten a los profesionales pensar en grande, empezar en pequeño. En mis capacitaciones noto que los alumnos que más aprovechan el curso son los que ya practican, los que ya saben lo básico, porque traen dudas reales, dilemas del día a día. Los que nunca han oído hablar de ello y sólo buscan una transición corren el riesgo de seguir un camino que ni siquiera conocen.


Las certificaciones son importantes, sin duda, pero sólo tienen sentido si se practica lo que se aprende, y para empezar a practicar basta con interesarse por la práctica de los proyectos. Sea lo que sea, empezar poco a poco y mejorar con el tiempo. Y con el tiempo el certificado es un añadido a tu experiencia como profesional.

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