La gestión de proyectos puede ser una religión, según se mire. Tenemos verdaderos sacerdotes de algunos marcos, que prácticamente ejecutan una regla diaria. Prueba de ello es Agile con sus "Rituales" que son vitales para el funcionamiento de sus conceptos. Pero en el mundo de la gestión ágil también tenemos Ateos y Agnósticos, y normalmente puedes identificarlos cuando el tema es la Cascada.
Para los que piensan que Agile es una religión, Waterfall es en realidad el antagonista de esta historia.
El pequeño bribón disfrazado en un gráfico de Gant que sacó del paraíso al Scrum Master y al Product Owner, convirtiendo a Eva en la patrocinadora y a Adán en el jefe de proyecto. Este pequeño bribón camina entre las líneas de las lecciones aprendidas, la planificación estratégica anual y la gestión de carteras. Y de vez en cuando hace un Acuerdo de Inicio de Proyecto que te obliga a vender tu alma al cliente.
En este mundo tenemos a la gente de buena fe, que cree que Waterfall existe, y que de hecho es un problema a combatir, un sistema extremadamente predictivo y totalmente burocrático, con documentación de cada paso que se dio. Tales personas siguen como mandamientos:
1. Ama a Agile sobre todas las cosas;
2. No utilizar Sprint en vano;
3. Santificar el póquer de planificación y los MVP;
4. Honrar al Scrum Master y al Propietario del Producto;
5. No Gant (aka, hacer la carta de Gant);
Pero los que están en contra, que leen los cómics de Batman pero alientan al Joker, que al final de la película de Karate Kid lloraron cuando el Kobra kai perdió. Los que se han dejado seducir por los deseos mundanos de la gestión predictiva. A estas personas les gusta verse a sí mismas como seres más racionales, que necesitan una planificación a largo plazo, un visto bueno. Para estas personas, la catarata es un Dios al que hay que seguir, y que la cultura moderna actual menosprecia y malinterpreta constantemente. A estas personas no les importa que el equipo esté desmotivado, siempre y cuando hagas el trabajo como ellos esperaban.
Luego están los que no creen mucho en esta historia de la religión, no conocen un sistema Waterfall y argumentan que no conocen un framework que se clasifique a sí mismo como Waterfall. Para ellos, las enseñanzas de cada marco pueden aplicarse y aprovecharse bien en función del tipo de entorno en el que se encuentren. Quizá prefieran los métodos ágiles para las culturas de las start-ups, o el modelo americano para las grandes empresas, o Prince 2 para los gobiernos. Después de todo, ¿por qué no? Cada uno tiene su propio valor.
Y por último tenemos a los Agnósticos Ágiles, personas que no creen pero tampoco dudan. Son escépticos, que predican que no hay blanco ni negro, sino diferentes tonos de gris. Para ellos, la gestión de proyectos debe seguir los valores e instrucciones que cada grupo/empresa defina, y siempre que estén debidamente cualificados, encontrarán el mejor camino.
La verdad es que hay distintos tipos de creencias por una sola razón: nadie tiene la respuesta correcta. Pero al igual que en la religión, no podemos dejarnos llevar por el radicalismo, porque cuando nos cerramos a una forma de pensar acabamos creando barreras que nos limitan y nos convierten en una versión más pobre de nosotros mismos.
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